Concepción, Yo y María José

La fiesta y nuestra querida virgen, hace unos años
Lagunaseca
Os ruego colaboración para hacer este blog con recuerdos de antes, dichos, versos, fotos y todo lo que se os ocurra.
Yo pongo cosas que tengo y tras que busco en Internet.
Grarcías
En
habitaba un matrimonio,
ella se llamaba Eloisa
y su marido Isidoro.
Tenían buen capital, ellos se llevaban bien
y por desgracia o fortuna, sólo una hija tener.
Los padres con mucho gozo
disfrutando de alegría
bautizaron a su hija
de nombre llamada Elvira
criaron a aquella chica lo más hermosa
que su cara parecía
como la leche y la rosa.
Llegó a los diecinueve años
esa doncella ignorante
y en plan de casamiento
la pretendió un estudiante.
Iba con la picardía
el tirano y la engañó.
Así fue llegó la hora un niño desocupó.
La doncella avergonzada de ver lo que le pasó,
dejó una noche su niño en la cama y se marchó.
Al otro día siguiente, sus padres se levantaron
fueron a ver a su hija, sólo al niño se encontraron;
tiraron requisitorias para poderla encontrar.
Los padres con mucha pena no hacían más que llorar.
Al niño muchas mujeres de limosna le daban para mama
ya criaron aquel niño sin dar en que merecer
pero muy bien educado, juntos vivieron los tres.
Ya llegaron las quintas, éste su suerte jugó,
y tan mala suerte tuvo, para Melilla cayó.
El primer combate que tuvieron lo cogieron prisionero
y también se llevaron a dieciocho compañeros.
se lo levaron aun sitio que era una casa de campo
que por debajo de tierra, todo estaba minado.
Sólo dos moras en aquella casa había,
eran las mujeres de aquellos dos cabecillas.
Los dejaron como vinieron al mundo,
y de cama les pusieron ramas de higos chumbos.
Tenían una correo pero muy bien adornada,
llena de clavos y pinchos, con aquella les pegaban.
Una de las moras, de tan malos sentimientos,
ver pegar a los soldados, era su divertimiento.
La otra se retiraba por no sentir sus lamentos.
Aquella les tenía pasión a los españoles.
Por fin ya llegó un día que la mora se fijaba,
en una señal que un soldado en las espaldas llevaba;
recibió buen sobresalto y al mismo tiempo alegría,
pues aquellos iniciales muy presentes las tenía.
La mora con disimulo oyó a un soldado
despidiéndose del mundo.
Adiós mi querida patria,
adiós caudalosas aguas
las que lleva en Rio Ebro
cuando pasa por Tortosa.
Adiós mis queridos abuelos,
adiós mis querido padres
que por ellos rogaré
la salud por donde se hallen.
Al oír esas palabras, fue la mora y se acercó
llorando le preguntó:
¿De dónde eres tu muchacho? ¿Cómo te llamas?
me llamo Jose Romero y soy nacido en Tortosa
en casa de mis abuelos.
Y tus padres ¿dónde están?
no lo sé, porque a mi querida madre
no la puedo conocer. He sido muy desgraciado,
Sólo tengo un apellido
porque el primero lo es, de padre desconocido.
Fue la mora y se abrazó
¡Yo soy tu madre!. ¡Hijo de mi corazón!
¡Cuánto he sufrido por ti!
y venimos a encontrarnos en medio de estos bandidos
donde nos van a matar.
No digas que soy tu madre, ni vosotros compañeros
porque si no aquí todos moriremos.
Ella los vistió de moro para coger el camino
si de lejos los veían que no fueran conocidos.
La mora por la noche, observaba a su marido
con mucho silencio para salvar a su hijo
ya salieron una noche,
cinco días de camino por las sierras.
Ya llegaron a Tortosa
los soldados se quedaron cogiendo ciruelas
en la orilla del pueblo.
La hija se fue a su casa.
Su madre ya había muerto.
Llegó a la puerta y llamó
salió su madre llorando.
¿Por qué llora usted abuelita?
Tengo mucho que llorar por una hija y un nieto
que no sé por dónde están.
Hace veintidós años que mi hija se marchó
y un niño de cinco días solamente nos dejó.
¿Aquí tiene usted a su hija! ¡Madre de mi corazón!
y también traigo a su nieto de mis entrañas nació.
Cuando lo iban a matar, yo le di la salvación.
Al abrazarse la hija a la madre.
La madre cayó muerta al suelo.
Fin
Con mucho cariño para
Vitoriano, Encarna
y todos los suyos